26/12/2013

Celeste de melancolia




Con el calor de tus palabras tiemblo, ahogada en el invisible que representas, busco orientación en tu silencio o tu voz que aun divaga en mis orillas.

Son días en los que el viento fresco trae consigo las madrugadas en la calle, con los rayos de sol aun blancos. En esos días, tu voz resuena y el timbre de la puerta tiembla. Y la brisa sonríe de volver a vernos.
Frente a mi el papel pálido y estático narra la timidez sonrojada y el pudor ya casi abandonado, las caricias insinuadas que fuimos. Estos fantasmas embriagados de miel son mis compañeros, en el desahogo de una mañana perezosa o de una adormecida alargada. Momentos en los que las chimeneas humean ternura. En que la suciedad vieja de las paredes agrietadas sabe a los veranos pasados y sus fisuras cargan el eco de las carcajadas. Las huellas amarillas del sudor desnudo en el colchón, en susurros, hacen un canto de gemidos, llantos, respiraciones y ronquidos.

Mi estómago desborda de emoción en secreto y por las veredas quiero echar mis tripas y que corran a buscarte. Solo porque creyó oír tu voz, rememorandote. 
Es cariño embalsamado. 
Los faroles de luz, gastada y lejana, en una calle llovida, llena de olores de ciudad, me inundan el pulmón de historias desconocidas, todas me narran la tuya y mía  entre le que fue, sera y pudo ser. 
Y aunque pienso en recoger mis tripas, hoy el gris es celeste. 

Celeste es la melancolía del encuentro.

Tus palabras tiemblan en calor y flotando en tu voz nos hallo, y el ronroneo del aire nos acoge dentro de su instante de tibieza fresca de septiembre.

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