Pasé
semanas llamando a los secretos, invocando el Misterio. Encerrada en
las voluptuosidades del ser. Y mientras garabateaba, casi rompiendo
el lápiz entre mis manos afiebradas, escuché aquello que durante
días aceleró mi pulso y dió escalofríos hasta a mi corazón.
En mi
espalda erizada, una voz ronca y viscosa se mezcló con el aire
encerrado del cuarto. Una voz sedienta de uñas y atrancada con
pelos. Su piel grasosa rosó mis hombros y juré ante todos los dioses
de todas las religiones.
Osé
finalmente dar la vuelta, sudando hasta en las uñas. Sus ojos eran
mas grandes que la Luna que angustia a los lobos obligados a
aullar a lo Invisible en los bosques espesos, huyendo y olfateando.
Quise
vomitar el cielo entero frente a su presencia, mi estomago sintió un
hueco, un hueco gigantesco.
(Siempre
pensé que el misterio seria hermoso y sagrado, que vendría
silbando, guitarra en mano y llamándome hermana! )
Con sus
tentáculos de mar profundo y estancado, apretó mi cuello y me
arrojó contra aquella empedernida pared blanca que admiraba todas las
noches en la espera de que cambie de color. Desdichada de mi! No
puedo decir que la emoción no desbordaba de mis huesos quebrados...
Sus
tentáculos terminaban con garras amarillentas y sucias, llenas de
tierra y de sangre seca. Bendita entre la locura febril que subía
cosquilleando por la planta de los pies y la lucidez de la presencia,
aquellas garras despertaron en mi el Deseo verdadero: todo hombre y
toda mujer son estrella.
Con sus
costras en la cara y el lodo en sus piernas se acercó a mi cuerpo
tirado. Abrió su boca y toda clase de insectos salieron.
Escarabajos, gusanos, mariposas nocturnas, hormigas, arañas... Tuve
miedo de estar soñando, pero sus cabellos húmedos y sus tentáculos
deslizándose sobre mi, despertaron mi piel, invadieron mi pulso.
Bienaventurados
aquellos que veneran al Terror, la desviación y depravación se
llaman levitación.
Sus garras
abrieron mi piel dejando el rastro del mundo: sangre y lodo.
- Aquí va tu serenata, me susurró en su idioma de insectos al oído.
Recuerdo el
dolor mientras los escarabajos penetraban por mi nariz y orejas!
Escarbando en mi cerebro, bajando por mi garganta, inundando mis
pulmones. Y mientras mis gritos asustaban a los mismísimos dioses,
sacó la serpiente que le servia de lengua, y por mi boca atravesó el
esófago, abriendo las costillas con su paso. Lo sentí serpentear al
interior de mi cuerpo, lamiendo mi corazón, desplazando cada uno de
mis órganos como si fuesen piezas de rompe cabezas para niños!
Se enrollo
en mi columna vertebral – despellejando en su movimiento – como
se enredó aquel demonio divino en el Árbol en donde Adán y Eva nos
condenaron a ser libres.
Mi interior
perdía a alaridos toda forma, mordió mis músculos, separó cada una
de sus fibras, los masticó y escupió, arrancó con sus garras mis
amígdalas y de raíz cada uno de mis tendones. Dislocó mis
rodillas y tobillos y los insectos terminaron de invadirlo.
Viendo sus
mariposas nocturnas alborotadas, arrancó cada una de mis pestañas,
las lanzó al aire y ellas las devoraron.
No quedó en
mi mas que caos carnal. Caos carnal.
Yo ya no soy
mas de este mundo. Las mariposas nocturnas se llevaron mis pestañas,
los escarabajos me devoraron por dentro, la serpiente hizo que mi
corazón explote de lujuria verdadera, mis tendones y amígdalas
estarán pudriéndose en el basurero de la vecindad. Mis órganos
fueron desplazados en mi interior generando - lo que no
dudo - es el orgasmo universal.
Melodia que repiten las hojas de los arboles mezcladas con el viento, queriendo imitar a las olas del mar en la hora de la languidez.
Melodia que repiten las hojas de los arboles mezcladas con el viento, queriendo imitar a las olas del mar en la hora de la languidez.
Mi cuerpo se
volvió caos, se volvió carne, fue cuerpo. Fue nube, y
placer infinito en el alarido mismo del desgarre.
Ahora que ya
no hay forma, entiendo que obtuve mi serenata y fui el
instrumento principal. El sonido de expansión del universo.
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