El caracol le cuenta lo que la tierra murmura bajito, las mariposas le comentan que están hartas de hablar de belleza, los escarabajos prefieren seguir trabajando. Los granulos de tierra se pelean entre ellos para que el viento les de un paseo, las flores mantienen una comadrería secreta con las abejas y la superficie entera no canta en harmonía, gran ilusión simplista del siglo. Y todo esto ven los huecos de mi perforado tronco. Piedra agrietada no es piedra herida La vieja humedad hubiera podido empezar a podrirlo.
La madurez se confunde y cree ser aquella que carga más, aquella que mas
se ha esforzado, la madurez es sufridora, muy necia. Y necia es la gente
madura: creen estar por pudrirse, cúspide del buen sabor y de la decadencia.
Yo no luché por mantener mi fruta-carne agarrada a la rama el
mayor tiempo posible y para cuando alguien la agarre, que mi perfume haga
pensar en la inmensidad del espacio, que mi color recuerde la profundidad de la
tierra y mi sabor la eternidad. Soltando amarras, cae mi fruta madura al suelo.
Y la humedad del sudor y de la lluvia y el calor del látigo solar y el eterno
retorno de los días néctar en miel dulce, miel fuerte en ambar solido. La fruta tambien es amarga, fermentada, mas no podrida porque aquella es solo basura. La madurez no esta en la podredumbre, ni en la tristeza de la
muerte, ni en la aceptación de la carga del burro. La madurez esta en la
fermentación-metamorfosis, esta en lograr sacar del dulce, del amargo, del
podrido, del humo de la madera, de las hojas de tabaco, de la piel rosada del
durazno de viña, del brillo del ámbar, y del reposo de la tierra, un licor
sabio y sabroso. De risa conocedora es la madurez, que a nadie se le ha
impedido sonreír mientras se cargan en la espalda los kilos de los
kilómetros. Ahí empieza la revolución madura, la guerra vencida de antemano: en
la conciencia del fruto caído, y no solo del fruto mordido.
Otro dia mas en Marte, solitario, rojo sangre, y guerrera, donde solo las frutas se caen en la tierra.
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