02/03/2013

Narraciones de un escritor perdido en la ciudad

 La clásica cabeza en blanco del escritor que pretende escribir sin tener un pito de idea de lo quisiera hablar. El teclado no deja proponer letras pero se las traga en su silencio equivocado. Cuba libre en mano (me digo que ya bebí demasiado esta semana para tomar Whisky puro), me preparo a mi ritual: pequeña mesa en la terraza, enorme vista sobre Paris, un poco de viento para la lucidez…Nada. 
La predisposición a la creación es una pendejada. La noción misma de arte no tiene sentido detrás de todo esto. Y el artista es un gran bufón de la sociedad. Rey-publico exige, rey-capitalismo-exige, rey-ego exige… Nada, mis palabras son relegadas al estatus de diario íntimo y ni siquiera siento frustración, porque no hay nada detrás de ellas. Por una vez que uno no intenta rehacer el mundo una y otra vez, por una vez que solamente tocas el teclado de manera totalmente automática porque es así como regurgita tu cerebro. Y a quien chuchas y mierdas le importa de qué color es tu vomito. El artista es entonces un renegado bufón que intenta hacer sacar un balbuceo, una risa grosera y llena de saliva bilica del rey-x. Tantos reyes tiene el bufón-esclavo que no puede escaparse ni de si mismo. 
De tanto querer rehacer el mundo, de darle otros colores, otras formas, darle sentido o darnos sentido quitándoselo, nos hemos visto cantonados a un laberinto de payasadas en donde los colores excesivos, por falta de no saber que más proponer, son la ley. O a lo mejor, y bien digo en el mejor de los casos, un regreso nostálgico hacia el pasado, mas puro, mas sutil, mas artístico: la nostalgia alimenta al artista y lo infla de la ignorancia del aquí.
Así que heme aquí, queriendo hacer un poema que por poco se vuelve monotoneidad, escapatoria, espejo a mi propio narciso desfigurado. Apreciando el color ámbar sangre de mi cuba libre en vez de echar sangre a las nubes del atardecer. 
Tal vez que lo único apreciable del artista es su amor a la ebriedad. Tal vez que lo único apreciable del artista es que es un guerrero empedernido, mas bien necio que otra cosa, que dentro de la noche ve el camino que no esta marcado. El artista son las veredas llenas de sangre en la madrugada de una noche con mucha violencia citadina, es la basura no recogida, es el tropiezo.
Ilusa tal vez que para mi es aquel que en la ventana llena de luz del edificio del al frente ve un hogar e imagina una historia de felicidad. 

Todas las luces de la ciudad evocan hogares, pero se sabe que las luces citadinas son los prostíbulos galácticos, de seguro. Cada punto de luz nocturna, sucia luz, nos hace creer tan grandes, capaces de alcanzar cada una de ellas: puedo estar haciendo el amor en la ventana de al frente, no cabe la menor duda. Muchas veces he meado en la parte trasera del auto que satura las carreteras en donde he muerto y de seguro puedo ser la sangre en la acera o la violencia de la ignorancia arrogante.
La ciudad es un mar, un mar enorme de chatarra, la ciudad es enorme y te pierdes en ella creyendo encontrarte. Te pierdes de arrogancia, en tu propia imagen y ego. 
Te ahogas de tanto buscar para mostrar. Y la felicidad de las ventanas y el sentido de las frases eternas no es nada más que narciso ahogándose. Y que la luz hogareña de un cuarto de amor y cobijas no es más que el prostíbulo del cielo, y nuestro laberinto de luces nocturno-citadinas, un callejón sin salida para la alta perspectiva. 
Solo nos queda esperar a jugar con la soledad a oscuras??

1 commentaire:

  1. Y la pregunta doblega...No por nada Badiou y Derrida se dan la mano a plena luz del dia...

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